El
destino escribe con letra cursiva y desdibujada, buscando con ello el
fenecer del ingenio. En su mano no cabe la discordia, pues las
posibles diatribas quedan difuminadas en un borrón de carboncillo.
Cada eterno, cada vía, cada señuelo de alma queda perdida en la
inconsciencia del que mira. Miles de ventanas se abren intentando ser
reconocibles a la memoria, pero tan solo sus siluetas parecen tomar
forma bajo el aguacero.
Y
luego, tras la soberbia, instala en el cielo una cúpula de plata,
amén de ser sórdidos cables que den sensación de horizonte al
funambulista. Pero en el maltrecho, quizás sea tarde para considerar
siquiera la existencia de una luna o unas estrellas con las que
orientarnos: estrechez de abrazos no encontrados.
Al
margen queda la sensación de que alguien pensó en nosotros como en
fantasía inquieta en tarde de invierno. Sus ojos, abiertos o
cerrados, soñarían que fuimos, y fingirían nuestras vidas,
estableciendo sus márgenes como quien pinta un cuadro: pincelada
suelta, margen roto, cólera fruncida esperando ser extraño
depositario de un saber que nunca alcanzó: ansias de dios.
Y
así, fijamos miradas en un paso aseverado, haciendo historia en cada
movimiento. “No desvíes tu mirada hacia los lados”- nos decían
- “pues no reconocerás tu rostro en los reflejos. Y así darás
cuenta de que no es real lo que vives, sino puro sueño enmarcado en
arce”.
El
destino escribe con custodia serena, pero en su seno retumba el
nerviosismo de creer que también él pudo ser fantasía soñada en
una tarde de invierno.
5 comentarios:
Impre.
Impre.
Thanks ;)
Muy bonita la fusión entre el cuadro de Irene y tus palabras...
Muchas gracias por compartirlas, jejejejej.
Besos,
Carmen
Muchas gracias, Carmen. No se me ha olvidado el cafe, por cierto. Llevo tres semanas de baja. Al menos lo virtual puedo seguir haciendolo... Un abrazo y gracias nuevamente. A ver si nos vemos!! ;)
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