lunes, 24 de diciembre de 2018

Vidas tangentes




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El calor muere fuera. 

Se desploma con violencia insinuante la atmósfera recordándonos dónde refugiarnos: el anhelo se viste de recuerdo.

Al tiempo, ignoro quién debiera ser: un subtema heroico o un idiota advenedizo. 

Todo se marea en lo incontable.

Cantas con mi voz y dices en tus letras adoradas lo que pienso en mi cerebro que no para de caer sin asido. Cuentas mi historia no vivida y creo que es un guiño de Platón en mis entresijos. 

No hace ninguna gracia. 

Las calles me lo proponen y prefiero ahogar mis suspiros en el sexo que en el zapato que ha de gastarse en los pedregales u oscultando las estrellas que salen a verme.

Ahora solo queda imaginería y el silbido de lo cíclico en mi estudio, en mi reminiscencia onírica. 

Solo quiero volver. 
Volver como lo expresaba Apollinaire. Como lo hacía Altolaguirre o Mallarmé.

No sé si existo para mí o para otros pero la pérdida de ambos es constante. La refriega es tan sangrienta como la herida que causa en la tierra la lluvia: una abolladura que se extiende hasta hacerse historia, adentrada en las raíces del tapiz, insondable, indivisable, imprudente en su estruendo. 

No sabe el corazón ya si latir más rápido o más lento. Quizás sea una sincopa de paro cardiaco que acelere el destino. 

No, el destino no existe; solo la perjuria humana.

Cantas y me llora el alma. 

Las esquinas de lo urbano me urden entre tejidos reales.

No sé si existo para espectar o ser espectado. 
Ni siquiera sé si existe el verbo. 
Y, mientras, se escapan los días como se escurren las gotas en el vidrio.

No sé si existo para dar razón a la existencia de otros o para cerciorarme de que debía ocurrir así, suave pero destructivo.

Deja de cantar, deja de jugar a representar que no sabes de qué va esto. Estás tan perdido como yo, pesando, soñando, luchando, viviendo una vida que sabes que no es la tuya.

Mientras, seguiremos triunfando, o cayendo sin remisión. Y seguiremos dejándonos los sesos en saber si somos quienes debiéramos o tan solo una mueca del destino.

Vidas tangentes

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