Intento de poema
Tus ojos me saben a miel
y a hirsutos poemas henchidos
de brisas y llanos acuciantes
de calmas y besos sentidos.
Oro engarzado simulan
tus finos cabellos, invento
de espantos y glorias, y mecen
a este anhelo de viento
que esparce las hojas del alma,
que tacha los versos heridos
de muerte, por no ser prestigios
de tus finos labios entonada calma.
Recelan las sombras de la noche
por no encontrarte entre pliegues
de caliente y soberbia cuna
para sollozarte un desaire aunque fuere.
Y de la lumbre de la sangre
entona un lamento infligido,
fino el encanto, presto el nido
de cosquillas enturbiadas en enjambre.
Así grita la ira hasta la lluvia,
y llama con estrépito a tu ventana
para gozar de la caricia de tu mano
o para ser en parte cadena humana.
Y renombran los pájaros de polvo,
y se sumergen en la niebla del deseo,
por no ser ni queriendo espejo
que de bruces devolviera algo feo
de tu albo sino de llaga
hundida y sangrienta en el pecho
de este corazón hundido
que suspira por no morir desecho.
Que interna el camino las bruces
sin percance que dote templanza
hundida en el vientre la lanza
y por tanto más sombras que luces
Así, no llores de dolor, mi dama
pues más llora de ausencia
el universo de alma. Y por tu presencia
que extraña, desnuda, clama.
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