miércoles, 5 de diciembre de 2018

Mi otro yo




Deseo.

Se prende en el pecho una estrella inundándolo todo con su fisonomía.

Arde obnubilando el presente constante y tensa los arcos límbicos. Empiedra cada extensor, cada abductor, cada tendón, hiriendo el sueño, extenuando la lentitud del tiempo.

Aprieta los dientes.

Cuando se acerca la tarde, inflama la vista, que se pierde en el vaivén de las nubes. Y se piensa en el fluir del estío, en el devenir del viento unido a los pies, que desearían vestir otro calzado que estas zapatillas roídas y desgastadas.

Exhala un grito ahorcado.

El vello crece, nace la herrumbre y se rompen los tejidos. Así, se apalabra un destino consabido y se pelea eternamente con el recuerdo de Orión atado a la carne, al hueso mismo, a lo intangible.

Se da consuelo acariciado.

La noche llega; el alma escapa. 

Matamos la fantasía ígnea para descubrir un día nuevo donde nueva calma preceda a una vieja tempestad.

Abulia

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