domingo, 10 de marzo de 2013

Olvido




A veces la vida regala olvidos.

Sí, olvidos, que no recuerdos.

Es necesario olvidar y, cuando con todo nuestro afán no podemos, la vida nos regala el descuido.

Así, se pierden las notas que tocaste, los destellos que te cegaron, las miradas que cruzaste o las tardes de desdén. Los poemas que ensayaste y no salieron, las letras que escribiste y después tachaste, los garabatos que hiciste en los cuadernos y los libros que desechaste según crecías.

Incluso los tragos que bebiste: los importantes, los que celebran dichas y desdichas, y los que no, los que llevas a cabo todos los días, incluso los que no piensas y el cuerpo recicla para no ahogarse.

Igualmente se van los parpadeos, las lágrimas, los tics nerviosos, los rascados, las caricias y aquellos picores de la ropa nueva. Se van los olores en los que no reparaste y miles y miles de tardes no demasiado bellas. Con ellas se marcharos los vientos, las lluvias y el frío que maldeciste una y otra vez; y el sudor, los escalofríos y los constipados, unos detrás de otros.

Y así nos olvidamos de más y más cosas que parecieran no tener importancia, y damos importancia a otras muchas que no debieran tenerla y que recordamos para siempre.

Así, perdemos una gran parte de nosotros mismos cada segundo sin acaso percibirlo. Pero esa parte hace que, lo que quede, sea lo que en libertad soñaste ser algún día.

A veces los olvidos regalan vida.

2 comentarios:

Begoña dijo...

Ojalá seamos capaces de olvidar los momentos más grises, más tristes, y nos quedemos con el aprendizaje, las sonrisas, y la parte más hermosa de la vida.

Mil besos, guapo.

Víctor Zalalla dijo...

Muchas gracias.

Los olvidos son necesarios... ya sabes. A veces, hay que dejarse llevar por ellos como por el oleaje, en vez de obcecarse en el recuerdo constante de todo. Nunca se sabe a que playa arribarás...

Besos

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